Primeras 50 citas con Beethoven

Mis primeros encuentros con Beethoven terminaron siendo citas decepcionantes. Yo era un crío y a mi padre le regalábamos en sus cumpleaños discos con alguna de sus sinfonías. Me parecían discos aburridos, con un montón de señores vistiendo atuendos  blanquinegros  a los que podías ver en las portadas de los discos como si no se divirtiesen nunca.

Por suerte el tiempo se encargó de contradecirme y mostrarme que los músicos lo pasamos realmente bien y que además esos vestuarios negros tienen la inmensa ventaja de que no tienes que pensar en qué ponerte para el próximo concierto. Algo que yo agradezco inmensamente. Sé que no tiene ningún glamour decir esto, pero si yo pudiese a salir a cantar en pijama, no dudaría en hacerlo. Y no no estoy desvelando de qué manera estudio en casa. O tal vez sí, qué más da.

La música de Beethoven la escuchaba enlatada en un viejo aparato con sonido en mono del que escapaba la música que hacían  un montón de tipos con sus setenta instrumentos a los que se unía de vez en cuando un coro desaforado. Y esto es lo que le cabía en el cuerpo a aquel viejo cacharro que aguantó heroicamente más años de lo que le correspondían a su tecnología. Hasta que entró en casa un equipo de música estéreo, con dos altavoces y unas cuantas luces que se encendían cuando funcionaba y que le daban una aire de modernidad extraterrestre. 

Fue entonces cuando Beethoven y yo lo intentamos por segunda vez. Además había empezado a estudiar canto, para desesperación de mis vecinos que ya sufrían en silencio la tortura de mis estudios de piano iniciados tiempo atrás. No hablo mucho del estoicismo y aguante de mis vecinos que tenían la amabilidad de no llamar a la policía cuando por milésima vez repetía la misma sonata y volvía a equivocarme en el mismo acorde. Y vaya este párrafo, de paso, para homenajear y darles las gracias a tanto habitante de apartamento que se toma una tila antes de emprenderla con el músico que tiene al lado. Gracias de verdad por tanta templanza y por evitar tantos homicidios. Los músicos tenemos una deuda impagable con vosotros.

Estaba comentando lo de Beethoven, que al final sí funcionó lo nuestro, y fue cuando abordé una de sus canciones “Ich liebe dich”. Podéis buscarla en Google, hay muchas versiones  y no os va a defraudar. Si seguís tirando de ese hilo os vais a encontrar en algún momento con las «Folksongs«.  Y si no os importa, deteneros un momento ahí. Escuchadlas. Es todo lo que necesitan para que entren en vuestra vida de melómanos, y lo más probable es que se queden a vivir con vosotros. Son unas «ocupas», avisados estáis.

Porque una selección de esas canciones son las que me he metido en el bolsillo para dejarlas sueltas en los conciertos que estoy haciendo con el Trío Hermeneia*. Al programa le hemos llamado “Beethoven en taberna”. Y si, es uno de esos títulos hechos para llamar la atención. Algo a lo que uno está obligado en este tiempo de redes sociales en el que a un programa de recital ya no lo puedes llamar “Concierto de Beethoven” a riesgo de dislocar mandíbulas en una plaga de bostezos. Ahora los programas deben sonar, al menos en sus títulos, de una manera más fluorescente aunque el contenido sea el mismo de hace doscientos años.

El nombre de “en taberna” no le viene porque a Beethoven le gustase irse de cañas o pintas, que espero que sí, sino porque se trata de canciones populares escocesas e irlandesas que con toda probabilidad se cantaban por todos lados en su tiempo. En ocasiones con una buena birra en mano precisamente en las tabernas, que eran los mejores lugares a los que acudir en una sociedad sin tele, Netflix o Amazon, por decir algo. Si nos las imaginamos a la luz de las velas, no por romanticismo sino por falta de electricidad y reconfortados por cierta alegría alcohólica, estas canciones tenían que llenar de felicidad aquellos pequeños rincones del tiempo y del mundo. De haber existido Spotify, estarían en el top.

A Beethoven estas canciones populares se las dieron por encargo para que les metiese mano y las arreglase para piano, violín, cello  y canto. Ya podéis imaginar que un tipo como Beethoven no iba a poner cuatro notas, así sin más, por lo que se las ingenió para que manteniendo la melodía original sonasen con toda su rica personalidad musical. Y así se han quedado para las salas de concierto y para que todos podamos disfrutar de la máquina del tiempo cultural que supone tomar las partituras del pasado para hacerlas sonar en nuestro presente. Una oportunidad que no os podéis perder a menos que queráis perderos. Avisados estáis (y con ésta van dos).

*El Trío Hermeneia está formado por Julio Alexis Muñoz, piano, Roi Cibrán, violín y Nuria Roa Muntañola cello.

Conciertos con las Folksongs de Beethoven

 

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